miércoles, 17 de noviembre de 2010

Militancia y ausencia

Perón volvió al país el 17 de noviembre de 1972, después de 18 años de ausencia. Muchos de los que lo esperaban eran jóvenes que habían nacido apenas o incluso después de comenzado su exilio. Militantes de un gobierno que conocieron sólo por relato; pero por un relato familiar y clandestino.
Posiblemente los gustos musicales de la mayoría de ellos, difería a lo grande de los gustos de Perón. Las cartas y los discursos desde el exilio, tendrían una notable distancia en forma y vocabulario, de lo que se discutía entre los cuadros peronistas en las unidades básicas.
La visión de Lanusse, convencido de que el ficticio órden, el tiempo y la repetición de una forma de pensamiento único en los medios, era que Perón no se iba a animar a volver. Que ya no tenía defensores. Que no había un ritmo ni una canción, que el Viejo pudiera compartir con los argentinos. Se equivocó Lanusse en entender el lazo del pueblo con el único movimiento que lo interrogó, que lo puso en situación de sujeto. No entendió la magnitud y la profundidad, ni comprendió la urgencia. Recibió a Perón mientras dos tanques apuntaban a las columnas de manifestantes que lo esperaban.
El mensaje peronista había cruzado la barrera de las generaciones. Lejos de perderse, las ideas de la derogada Constitución Nacional, de los planes quinquenales, de la neutralidad que prefiguraba la tercera posición, y de la asistencia social, se habían convertido en una fuente proveedora de esperanza, en una historia de héroes.

PV 2010

Los que escribimos este blog, igual que muchas otras personas de nuestra generación, volvemos a militar (algunos de forma partidaria y otros no) convocados por ese mismo mensaje que ya no vive en el exilio. Es un mensaje que supera al Perón de carne y hueso pero que se identifica con los símbolos que dejó ese movimiento único que se animó a poner como cuestión a los que no tenían voz.

La ausencia permanente del Coronel Perón, igual que la de Néstor Kirchner, nos inspiran y nos mueven a recrear un ideario valiente, vital y digno de un seguimiento militante.
Peronacho

jueves, 11 de noviembre de 2010

Riesgo y veleidad de la militancia

Por estos días se tuitea, se bloguea (en castellano, sí), se lee en medios gráficos o se escucha repetidamente en radio y televisión frases como "volver a la mística", "hacer militancia", "ser militante". La metáfora del campamento, convocada por el compañero, reaparece en todas partes, primaveral como botón de flor que pujó inviernos en el tallo, agreste como el clavel del aire o el cardo y peronista como la unidad básica.
Digamos en principio que para ser militante hay que tener una causa común. Es una definición general en la que podríamos incluirnos todos los trabajadores de la educación, medicina, política, leyes, producción de pensamiento, literatura o ciencia. Pero no creo que se trate simplemente de eso.
Entre las acepciones de la eterna RAE, "militar" es "figurar en un partido o en una colectividad" y "haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto". Entre ambas definiciones hay un abismo: figurar o favorecer.
Me gustó esto de favorecer. Porque... ¡hay que estar dispuesto a favorecer! Figurar, uno figura siempre: en el padrón de voto, en las necrológicas, en la guía telefónica, en el fiado del quiosco, en el tuiter o similar.
Favorecer es otra cosa: es hacer algo con la figuración. Salir del cuarto oscuro con el sobre en el que están los nombres de los ciudadanos que elijo para que me gobiernen, practicar el ejercicio de la memoria, poner a circular ideas y acciones. Sobre todo esto último, y más: favorecer es preguntarse qué cosa uno está dispuesto a favorecer, o incluso qué cosa ya ha favorecido antes. No se puede andar por la vida favoreciendo cosas y después resultar que las favoreció por distracción o porque es lo que dicta la corriente. ¿O sí? Habría que repensarlo.
Ser militante es ponerse en riesgo para pensar y para hacer con otros, y perfilo en este punto un concepto pequeño y molecular de militancia, no únicamente aquel que refiere a lo específicamente partidario. O sí: incluso aquel.
No es bueno que la militancia esté sola, hubiera dicho el General. Es una palabra que puede llenarse de oquedad muy pronto, la muy vedeta, digo, veleta.

La Pocha
Nota: La imagen refiere a los "Apuntes para la militancia" de John William Cook, teórico y militante del peronismo de izquierda revolucionario. Se lee aquí: http://www.marxists.org/espanol/cooke/apuntes.htm.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Por qué las militantes están tan buenas

Permítame sumarme, compañero lector, a la visión del protagonista de "Bananas" -Fielding Mellish, Woody Allen. Me sumo a la justificación consecuente de su loca carrera de desaciertos, a saber: las mujeres militantes están muy buenas. Hay, según creo, ciertas características que rodean a la mujer comprometida con una causa política, que la ponen por encima y por delante del observador masculino.

Para empezar, una intrínseca promesa de acercamiento. De la misma manera que una cama de una plaza es mucho más afín a los lances amorosos (ya lo dijo un experto como Bob Marley) que una más espaciosa, la militancia implica cierta incomodidad, no estar a gusto con el orden establecido, y por lo tanto un estado de alerta, de crispación (hipérbole intencional), que agudiza los sentidos.

Las horas del atardecer y de la noche son las elegidas. El ámbito natural de la política (esto lo aprendí de cerca, trabajando para el Estado Nacional), es la noche. Cuando las terceras líneas vuelven a casa, los encargados de trazar rutas se reúnen. Los choferes, oficiales y no, tienen más trabajo caída la tarde que por la mañana.

La idea misma de hacer campaña se une en niveles distintos de analogía al campamento. ¿Qué comemos? ¿Dónde dormimos? Son temas sin importancia que surgen en la acción militante, y se resuelven sin mediar prurito.

Existe la causa, que está por encima de otras cosas e inhibe el regodeo. La urgencia de la acción que da lugar a la militancia es una aplanadora de histeriqueos posibles. La respuesta positiva o negativa promete, más que nada, inmediatez.

Finalmente, el cuerpo de una militante está inclinado hacia la acción. Prescinde de ilusiones cosméticas y está listo para la argumentación política o amorosa (digo yo, como si hubiera que separar ambas pulsiones).

Y sin embargo, no son tapa de revista. ¿Por qué? Déjeme ensayar una breve explicación. La percepción humana no es instantánea, sino que se da en movimiento. Las militantes están tan buenas, de un modo que la fotografía sólo puede sugerir.

Peronacho