miércoles, 15 de diciembre de 2010

Fanáticos

1.
Nunca logré ser fan de algo. Siempre me sentí levemente inferior a los seguidores incondicionales de, por ejemplo, los Beatles, la Fórmula 1 o la poesía surrealista. Durante mucho tiempo esto me preocupó, supongo que por adolescente eterna y la idea quemante de querer pertenecer, de no ser si no en lo colectivo. Transitaba los '80 y estaba un poco perdida, como todos. Esta idea de ser fan de algo implosionó cuando estudié Letras y me envolví en la piel incolora de la duda: sobre los relatos, sobre el autor y sobre la palabra misma. Me fuí al otro extremo de la feria artesanal de las estéticas y me dí el gusto de ser fan de no ser fan de nada. Eran los '90. En algún momento hice terapia, asumí la neurosis y la culpa y revisé mi historia. Y ví que lo que yo creía una falta era algo creativo y potente: capacidad de vivir con lo distinto. Hay una enumeración de historia personal que reordenaba, viendo Formosa y Soldatti en este tiempo de cuestionamiento de país y de ciudad que nunca dejé.


2.
Apunto: que mi sangre es italiana, francesa, española y toba; que hice jardín en colegio de monjas, primer grado en escuela pública con comedor escolar, compañeros de Barrio San Lorenzo y el maestro Coco que era gay que me enseñó a leer y escribir; que fuí primeros casos de hija de padres separados y luego divorciados; que me cambiaron de escuela en segundo grado a una pública de Barrio Sur y tuve compañeros de Alto Verde hijos de pescadores y compañeros del Fonavi del Centenario, compañeros con apellido que tuvieron primero televisión por cable y computadora, compañeros nacidos en otros países y compañeros cuyos padres eran hippies y otros que eran Testigos de Jehová y evangélicos; que luego mi padre se hizo evangélico; que aprendí que el olor raro en el pelo de algunos compañeros era el olor de la basura quemada y de la imposibilidad de bañarse todos los días por falta de agua potable; que aprendí a jugar con compañeros con piojos y a tener piojos; que me llevó a la escuela durante años un transporte escolar sólo con chicos con Síndrome de Down; que jugué toda mi vida con varones en el barrio, a la pelota y a tirar rompeportones, porque era la única nena; que mi tía Estelita era montonera y mi abuelo socialista y mi madre radical; que en la secundaria no tuvimos un mango pero me leí casi toda la Biblioteca Pedagógica y después iba a recitales heavy metal en República del Oeste; que seguí sin un mango en la facultad (pública) y me atrasé porque trabajaba pero terminé; que tuve (y tengo) amigos poetas, amigos que hacen teatro, amigos gays y heterosexuales, chilenos y cubanos, músicos, militantes, médicos, guardiacárceles y trabajadores de cancillería; que elegí no dar clases en privada y sí darlas en la pública; que la mayoría de mis alumnos son argentinos hijos de familias chaqueñas y bolivianas y casi todos cobran la asignación universal por hijo y trabajan en el Mercado y algunos de ellos murieron o están en cana, y viven 10 en una casa de dos habitaciones.


3.
2010 en Argentina. Hace mucho tiempo que no me preocupa ser fan de algo y me siento felíz de reordenar mi historia fundamentada en la diferencia. Me pregunto si alguien puede hacer una enumeración muy distinta de la mía. O eliminarla de la memoria. La última opción tiene fanáticos seguidores por estos días. La buena noticia es que siempre somos más los diferentes no lunáticos ni histéricos.


La Pocha

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