Perón volvió al país el 17 de noviembre de 1972, después de 18 años de ausencia. Muchos de los que lo esperaban eran jóvenes que habían nacido apenas o incluso después de comenzado su exilio. Militantes de un gobierno que conocieron sólo por relato; pero por un relato familiar y clandestino.Posiblemente los gustos musicales de la mayoría de ellos, difería a lo grande de los gustos de Perón. Las cartas y los discursos desde el exilio, tendrían una notable distancia en forma y vocabulario, de lo que se discutía entre los cuadros peronistas en las unidades básicas.
La visión de Lanusse, convencido de que el ficticio órden, el tiempo y la repetición de una forma de pensamiento único en los medios, era que Perón no se iba a animar a volver. Que ya no tenía defensores. Que no había un ritmo ni una canción, que el Viejo pudiera compartir con los argentinos. Se equivocó Lanusse en entender el lazo del pueblo con el único movimiento que lo interrogó, que lo puso en situación de sujeto. No entendió la magnitud y la profundidad, ni comprendió la urgencia. Recibió a Perón mientras dos tanques apuntaban a las columnas de manifestantes que lo esperaban.
El mensaje peronista había cruzado la barrera de las generaciones. Lejos de perderse, las ideas de la derogada Constitución Nacional, de los planes quinquenales, de la neutralidad que prefiguraba la tercera posición, y de la asistencia social, se habían convertido en una fuente proveedora de esperanza, en una historia de héroes.
PV 2010
Los que escribimos este blog, igual que muchas otras personas de nuestra generación, volvemos a militar (algunos de forma partidaria y otros no) convocados por ese mismo mensaje que ya no vive en el exilio. Es un mensaje que supera al Perón de carne y hueso pero que se identifica con los símbolos que dejó ese movimiento único que se animó a poner como cuestión a los que no tenían voz.La ausencia permanente del Coronel Perón, igual que la de Néstor Kirchner, nos inspiran y nos mueven a recrear un ideario valiente, vital y digno de un seguimiento militante.
Peronacho
Por estos días se tuitea, se bloguea (en castellano, sí), se lee en medios gráficos o se escucha repetidamente en radio y televisión frases como "volver a la mística", "hacer militancia", "ser militante". La metáfora del campamento, convocada por el compañero, reaparece en todas partes, primaveral como botón de flor que pujó inviernos en el tallo, agreste como el clavel del aire o el cardo y peronista como la unidad básica.
Permítame sumarme, compañero lector, a la visión del protagonista de "Bananas" -Fielding Mellish, Woody Allen. Me sumo a la justificación consecuente de su loca carrera de desaciertos, a saber: las mujeres militantes están muy buenas. Hay, según creo, ciertas características que rodean a la mujer comprometida con una causa política, que la ponen por encima y por delante del observador masculino.