lunes, 28 de marzo de 2011

Importancia de la joda el 24 de marzo

Un mediodía de marzo de 2004 estaba en Buenos Aires, y se me ocurrió almorzar con mi compañera en uno de los locales de Patio Bullrich. Me sorprendió ver a más de una persona allí, llevando escarapelas. No registré en el momento la fecha ni su significado. Sólo por la tarde, recordando la escena, busqué en el diario y lo entendí: era la fecha en que la Oligarquía festejaba la ignominia de 1976.

Pasaron sólo dos años y el gobierno popular avanzó más en las conquistas de lo que está claramente planteado como una guerra cultural. Hubo una batalla por ocupar ese centímetro cuadrado de calendario, y la ganamos ampliamente. La ley, aunque rechazada por los socialistas y radicales, y con la abstención del ARI, dio lugar al feriado.

De ahora en más hacemos una joda cada 24 de marzo. Bailamos, cantamos, marchamos y festejamos la lucha, la pasión y la abrumadora victoria del pueblo que fue torturado cruelmente pero resistió, y va a terminar de darle forma por su cuenta, sin condiciones, a una idea de Justicia.

Esa misma fecha cambió de significado. De vergüenza a desvergüenza. De cinismo careta a memoria alegre. Por la fuerza de la alegría contagiosa que también se llama voluntad popular.

En esta misma línea argumental, pero con más fotos y color, te recomiendo: Festejo por la memoria (Evelyn Tacuara), Memoria viva (La Pocha) y La memoria viene con fiesta (Sur de El Argentino).

Peronacho

viernes, 25 de marzo de 2011

Memoria viva


Imagen: "El árbol de la vida" - Gustav Klimt

Se va enredando, enredando
como en el muro la hiedra
y va brotando, brotando
como el musguito en la piedra.
"Volver a los 17" - Violeta Parra


En "La invención de Morel" (Bioy Casares) el protagonista, que en un principio cree estar solo, descubre que hay otros habitantes en la isla. A medida que los va reconociendo, se ocupa de espiarlos y más tarde intenta relacionarse con ellos, pero lo perturba encontrarse frente un descubrimiento devastador: los otros, los desconocidos, los lejanos, los que aparecen y desaparecen sin correlación causal, repiten siempre las mismas acciones una y otra vez porque son imágenes, proyecciones de lo que alguna vez fueron. Repeticiones. Apariciones vacías de hombres o mujeres. Objetos desnaturalizados de sus nombres, de un pasado, de acciones presentes y futuras.

Los desaparecidos no son invenciones. No son entes volátiles. No repiten acciones infinitamente iguales y sin relación causal o consecutiva. No están en el presente como si nos vinieran desde la inexistencia o de la falta.

La memoria no es la impugnación del pasado ni es únicamente individual. La memoria es poder de acción para dar existencia. Es el aleph de Borges, el punto central donde todo tiene existencia y todo convive. ¿Qué hacemos hoy con este aleph? Lo leemos, lo reordenamos, lo recreamos, buscamos lazos anteriores y nuevos para que cada uno de sus signos sea otra cosa. La palabra poética es algo parecido. La acción cotidiana es algo parecido. La vida lo es.

Todavía hay quienes (canales, diarios, personas con poder de palabra social) pretenden que la memoria es lo que no aparece, lo que queda atrás, lo obturado del presente, las imágenes de las proyecciones de otros desconocidos y ajenos. Pensar así la memoria es estar solo en una isla, a merced de la propia muerte. Qué muerte más sola.

Mientras, como la hiedra en el muro o el musgo en la piedra, otros resistimos vivos con la memoria, multiplicando panes y peces para compartir con la multitud, no como únicos habitantes, sino como ciudadanos en ejercicio de poblar.

Los muertos son memoria viva. Todos. Los treinta mil, Julio López, Silvia Suppo, Mariano Ferreyra, Roberto López y Sixto Díaz de la comunidad Quom de Formosa, los más de 80 muertos por tuberculosis y desnutrición en la misma comunidad durante al año pasado, los niños y adolescentes muertos en cualquier villa conurbana (no únicamente bonaerense) por impugnación de sus posibilidades de futuro.

Memoria viva para todos ellos, ayer, hoy y siempre.

La Pocha